La Península del Morrazo, es una ría entre la ría de Vigo y la de Pontevedra. Cuarenta km2 en forma de lengua de tierra que se incrustan en el Océano Atlántico, grapados a la ciudad de Vigo por el puente de Rande, unidos a tierra firme por el corredor del Morrazo y la autopista del Atlántico, una de las más caras de España.

En la ría de Vigo se ven las bateas donde se cría el mejillón, cual maquetas del desembarco de Normandía; los barcos pequeños que la cruzan hasta Cangas, como el famoso del film Los lunes al sol, en el lado sur de la península, y los barcos más grandes que trafican gente hasta las islas de Cíes y Ons, un paraíso natural que flota quieto en su embocadura.

En el lado norte, a medio camino de la punta del Morrazo cuando se convierte en el monte O Facho, se asienta tranquila Bueu, que desde su ensenada paradisíaca, mira con melancolía, hacia el lado sur de la ría de Pontevedra, territorio Salnés, lugar del albariño y los caíños redondos, aquí sí con deó Rías Baixas.

El día es perfecto. Una mañana cálida y ventosa de primavera. El sol calienta y la sombra refresca un paisaje vitícola en todas las tonalidades de verdes fraccionado en incontables micro parcelas cocidas entre si como una colcha de retazos. El sistema de cría de viñas en parras bajitas ayuda a imaginarla.

Todo contribuye a imaginar una dimensión mágica mas real. Un territorio kraken que pudo ser imaginado por Álvaro Cunqueiro o por Tranquilina Iguarán Cotes, la abuela gallega de Gabriel García Márquez. Debajo de cada micro parra se cría expectativa.

Los vientos ventilan pero traen demasiado yodo que alimenta una población oronda de hongos. Antes el clima era de libro, las estaciones definidas, los vientos soplando en la dirección correcta. Ahora no, dicen desconcertados, los aborígenes morrecenses.

Intentar una viticultura biológica aquí podría ser el salto hacia un forma necesaria de la modernidad en esta región única del planeta vino. Antonio Portela está en ello siendo consciente y viviendo las dificultades; haciendo de conservacionista de un patrimonio natural que vale mucho la pena; es que no hay más.

Me parece importante, en este mundo que gira y rota en el despropósito, que exista gente así, real y mágicamente necesaria.

Lo que sigue es un relevamiento de las microviñas de Tinta Femia que Portela ha ubicado en el Concello de Bueu, Parroquia de Cela y en el Concello de Cangas do Morrazo, Parroquia de Hio. Algunos lugares están establecidos, otros el viento los voló de mi memoria.

Hace años que entro en este territorio y me resulta muy difícil memorizar su partición geográfica. Antonio finalmente me lo explica.

La Parroquia es la división territorial más antigua, más perfecta y más natural; la más adaptada a las diferencias geográficas y naturales… un terroir.

As Laxes, se encuentra en el Concello de Cangas de Morrazo, Parroquia de Hío, Lugar de Vilanova. Su nombre refiere a las losas de piedra que abundan en las viñas. Allí, a un costado, se encuentran dos vestigios rupestres, que por su forma, uno de ellos, podría ser la tumba de un ermitaño; se considera la posibilidad de hacer algo de vino en esos depósitos naturales.

Capelàn, Means, ensenada de Bueu, Concello de Cangas de Morrazo, Parroquia de Hío. Emparrado bajo, una pendiente razonable da juego para que llueva, drene, se críe una planta y una fruta buenas. Bajo estas parras no se puede estar de pie, como si obligaran a un estado de genuflexión y agradecimiento, para recordarnos quien manda.

Pilar y Manolo son altos como yo, no pasamos del 1,55m. Les gusta meterse debajo de estas parras a trabajar; será para sentirse enormes. Porque lo son. El trabajo aquí es incómodo, la cintura, las rodillas y el cuello duelen; los brazos, en posturas de fuerza siempre, se resienten, queman. Esto es la viña de Outeiro, en el Concello de Bueu, Parroquia de Bueu, lugar de Outeiro.

Esto es un santuario de Tinta Femia. Viña do Souto, Concello de Cangas do Morrazo, Parroquia do Hío, Lugar de Vilanova. Después de una curva cerrada, Antonio detiene el coche en un espacio diminuto junto a un pequeño terraplén. Bajamos, escalamos una pendiente algo inclinada y nos caemos dentro de este santuario. Recogida, eterna, enroscada, viva, sabia, reverdeciendo en la primavera que por estos días derrochaba calor y un toque de humedad. La luz del sol, la tierra seca hecha polvo, la paciencia infinita. La quinta dimensión.

La viña de Fazán cae suave en una pendiente curva sobre la ensenada de Bueu. Este es un manto verde, más elevado y cómodo para trabajar, de donde nos bebemos Namorado, la Tinta Femia de Antonio Portela en su añada 2016. Por los días que hice la foto a fines de mayo 2019, aparecían unas manchitas de mildiu, que son como la espada de Damocles si te atreves a criar viña a pie de océano. A ver cómo sigue el cuento. Estamos en el Concello de Bueu, Parroquia de Cela, cru de Tintas Femias.

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