Cada vez que salgo de Barcelona a una feria en territorios específicos del vino, vuelvo enfadada por la poca oferta que hay en esta ciudad, la escasa diversidad, el desconocimiento serio que hay entre los gestores. Las mismas respuestas, una y otra vez, ante puede ser, las mismas preguntas. ¿Cuáles son tus criterios para crear esta carta? ¿Por qué dependes tanto de un sólo proveedor? ¿Por qué triplicas el precio de la botella para venderlo en tu restaurante? ¿O por qué lo duplicas para venderlo en tu tienda? Pero ¿cuáles son las preguntas que nos tiene que responder la ciudad cosmopolita?

Es lógico que en Oporto, por ejemplo, primera región del mundo delimitada como denominación de origen, haya un wine bar tras otro, a cual más elegante, como son los portugueses. Ahí se trata de sacar el mayor provecho posible a la marca Porto, los nombres ilustres de entre sus productores, el enoturismo, practicado desde las barcas que antiguamente transportaban el vino, hasta los bares populares que en el Cais da Ribeira te enamoran con sus sardinhas asadas. Es normal sentir que todo en Oporto gira, de uno u otro modo, entorno a su vino y a su aportación a la cultura del vino. Y es normal que cualquiera con quien te cruces por la calle, te hable con una propiedad de la historia y del producto, que dejaría a Jancis Robinson a la altura del zócalo.
Lo mismo pasa cuando visitas cualquier pueblo francés donde tiene lugar una feria. Un bar à vins tras otro con unas selecciones de vino muy interesantes, que reflejan el saber y la experiencia del amo del lugar, y el conocimiento del territorio donde vive. Respiras cotidianidad entorno de la cultura del vino y al hecho de ir al bar a tomar una copita. Esto lo hemos dicho hasta el cansancio. Y es además de lógico, habitual, que en cualquier parte del territorio español, te encuentres con bares más o menos desastrados, que te ponen los vinos que hacen en el pueblo, desde Verín hasta Logroño.

¿Pero qué nos pasa en Barcelona cuando tenemos que rendir el examen de cosmopolitas en serio? Que parece que, en términos generales, resultamos bastante catetos.
No es lógico, que yo vuelva a Barcelona y me encuentre con un amigo que trabaja para un distribuidor activo, mediano y con ganas de más, y me diga que ya no vende los vinos portugueses que representaba porque no hay quien los quiera comprar, en pocas palabras, no hay interés. No pensará lo mismo uno de los embajadores del vino portugués en Barcelona, Mannel Serrano, que hace todo lo posible por difundir esta cultura y va logrando permanecer a flote. Pero no puede ser que una sola persona, un pequeño comerciante de enorme pasión y voluntad, cargue con toda la responsabilidad de representar la gran diversidad de vinos portugueses, él solo. ¿En todo Barcelona, solo podemos beber vino portugués en 25 sitios?

carta de vinos

En materia de cartas de vino, Barcelona en general, hace honor a una abundancia artificial pero no reconoce la real diversidad de vino que se produce en la península y en el arco mediterráneo, que es a lo que debería rendir homenaje y es una responsabilidad de la que debería hacerse cargo. Barcelona, estoy segura, es sinónimo de diversidad y tolerancia cultural, para la mayor parte de las personas a las que les pronuncias su nombre, pero hoy en día, sostener y expandir la diversidad es complejo, sobre todo en tiempos de discursos tan tribales, tan exacerbados. La Barcelona diversa y verdaderamente cosmopolita debe expresarse en sus menús, en sus cartas de vinos, en la tolerancia en la convivencia, en oler a todo y no sólo a tribus.

Hoy en día, a mi juicio, una buena carta de vino para esta ciudad es aquella que contempla el arco mediterráneo y la península al completo. Italia, Languedoc-Roussillon, Catalunya en lo que tengan de interesantes cada una de sus D.O., Bierzo, Galicia con su inconmensurable riqueza, antes que se vuelva más famosa y sus precios se disparen, Andalucía, porque no puede ser que la cultura del jerez, los finos, las manzanillas, los amontillados, los palo cortado, los brandy, sea una perfecta desconocida en esta ciudad. Rioja y Ribera del Duero por vinos por favor y no por marcas. Y, como dicen en las entregas de premios, las que no nombro pero están incluidas.

Esta carta de vino con vocación militante por la diversidad y el edonismo como gritos de guerra, debe ser accesible y razonable. El vino que cueste lo que cuesta pero no más. Y quien pone ese vino, quien lleva un negocio, quien decide exponerse a las preguntas de sus clientes o simplemente a trabajar con público, que sea educado, agradable, próximo, divertido, sexy, que nos cuente cuentos, que nos meta su nariz en nuestra copa, que se borre cual hombres de negro, las fichas técnicas y los pe haches para hablar con sus clientes. Si se hace este pequeño esfuerzo, si nos sobreponemos a la pereza y nos atrevemos a romper el círculo vicioso de confort del distribuidor puerta a puerta como relator único de nuestro negocio, entonces estoy convencida de que así si se puede. Diversidad, conocimiento, actitud creativa y sentido del riesgo. Entonces si estaremos preparados para decir bienvenidos a Barcelona!

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6 comentarios

  1. Jo tenio un bar de vino en barcelona con 300 referencias. La bar no ha funcionado. Lo havemos serado despues de un ano.

  2. Que curioso. Esta ciudad que, sin duda, existe, contiene otra en la que puedes encontrar tascas y bares. Quizás no sean eruditos del vino pero lo beben. Lo beben y lo hacen desde el tiempo de los romanos. Pero también beben otras cosas. Ese es uno de los “problemas” (por llamarle de algún modo) de las “tierras de paso”, que a veces se quedan con lo que llega de afuera porque te hacen creer que es mejor, o mas chic, o mas inn. O porque les gusta mas. Ahora la moda es el gin tonic i el dry martini. Quizas en Oporto aún no hayan llegado al millón y en un solo bar de Barcelona ya lo han sobrepasado. No se si es bueno o es malo pero me encanta la diversidad. Perdon por la larguezza. Ricard.

  3. Hola Ricard, a veces y te diría en general, suele confundirse cantidad con calidad. Lo que en este caso yo llamo abundancia artificial con diversidad. En Barcelona, en un porcentaje altísimo de sitios, las cartas de vino no están hechas por personas curiosas o con ganas de tomarse el trabajo. Y esto tiene explicaciones:
    1) hay distribuidores que te hacen la carta, te traen el vino a la puerta y te resuelven todas las urgencias. Es decir, en la medida que ya es muy difícil que te vendan vino malo, lo que te venden es servicio, muchas veces a costa no de la calidad del producto, sino de su carácter. La calidad del servicio está mucho más valorada que la calidad del producto que te venden. Se confunde servicio con producto porque total el vino lo venderás igual…
    2) pero es en la diversidad, en ese carácter de “lugar de paso” como dices tu. Barcelona no es la única ciudad de paso, prefiero ahora usar cosmopolita. Londres es la principal lonja de vinos del mundo, es una ciudad más de paso aún que Barcelona, es una ciudad con un wine bar por centímetro cuadrado, es la panasea para el que quiere diversidad, calidad, precio de todo tipo, glamour, charme, she is always in the mood for wine!
    3) acabo de leer una entrevista del Magazine XL Semanal a Denis Dubourdieu, un tipo con trayectoria y reconocimiento dentro del mundo del vino. A la pregunta de porqué dejamos de beber vino en España, del desinterés de los jóvenes, contesta:
    “Su país está lleno de gente a la que le gusta salir, ir de fiesta, que valora la diversión y las relaciones sociales, y todo eso produce un clima adecuado para el consumo de vino. No puedo comprender por qué es una bebida mayoritariamente abandonada. En París tenemos una gran feria a finales de noviembre, el Grand Tasting, a la que cada año acuden más visitantes. La mayoría son jóvenes con estudios, con gran curiosidad por el mundo del vino. Está sucediendo lo mismo en Japón, en el Reino Unido y en los países de Europa del Norte. Estúdienlo”.

    Barcelona lo tiene todo para ser cosmopolita en serio, pero creo que por factores tribales incapaces de comprender lo que la palabra significa, estamos más en la tribu y menos en el mundo.

    Salut!

  4. Respecto a la pregunta de Denis Dubordieu acerca del motivo por el que no se bebe vino en España, la respuesta no es tan complicada. Ante todo, hay que remitirse a la desdichada historia de este país. Esta es una nación que ha vivido en condiciones de escasez material a lo largo de buena parte de los últimos siglos. De hecho, las cosas no empezaron a cambiar hasta la segunda mitad del s. XX, cuando el país empezóa abrirse un poco al mundo exterior. No es que mientras tanto se pasara hambre -aunque algunos sí la sufrieron-, pero la experiencia de vivir en una moderada abundancia resultaba completamente ajena al español medio. Sin embargo, durante esos en España todo el mundo bebía vino. Un vino, por cierto, infame en muchos casos. Así pues, dejando aparte honrosas excepciones, la escasez reinante impidió que se formara en España: 1) una clase media lo suficientemente desahogada como para ver en el vino algo más que un producto de ínfima calidad; 2) un número de productores de nivel medio-alto lo bastante grande como para competir con Francia e Italia. La consecuencia es que el vino quedó definitivamente asociado a la idea de producto de consumo masivo y barato y, aunque parece que la cosa empieza a cambiar, será muy difícil dar la vuelta a ese calcetín. Eso por lo que se refiere a la historia. Por lo que se refiere a la psicología colectiva, también hay un factor a tener en cuenta. Gozar del vino requiere un mínima curiosidad, un poco de información, algunas lecturas, amor a la tierra. Sin embargo, los españoles, en general, desprecian el conocimiento -al menos, cualquier conocimiento que no se refiera al fútbol o al mundo del motor-. Creo que la conjunción de ambos factores ayudar a entender el porqué del escaso consumo de vino en España.

  5. Hola Carlos, estoy totalmente de acuerdo con lo que planteas, con tu mirada histórica y sociológica. A esto además se agrega la actual coyuntura social, política, te diría de modos de convivir. Si a esta debilidad estructural la sometes a los embates autoritarios de la economía financiera y a que todo tiene que encajar en el guión del ajuste, entonces lo que se puede intuir no es nada bueno. En cuanto al vino, como bien dices, no existe un relato que acompañe el devenir del sector. Si existen indiciduos que cuentan bien las cosas, pero ni siquiera la suma de esos cuentos, compone un relato. Un amigo gallego me dijo una vez visitando el norte portugués y ante mi estado maravillado que lo que podía rescatar al país luso es que la educación había llegado antes que el dindero. Y fíjate que lo analicemos por donde lo analicemos, parece que llegamos a esta conclusión. En España estamos lejos, lejísimos de ver luz al final del tunel. Porque además nunca existió una cultura de la cooperación, de la colaboración de compartir, y esto devino en un imaginario colectivo enteco. ¿Tiene arreglo? Claro! Pero abriendo el juego, cosa que no está ni mínimamente en el horizonte. Mientras cada uno vaya a la suya, cada uno tendrá su porción de nada. Sennett habla de lo imprescindible de cambiar los marcos mentales desde los que se abordan las cuestiones sociales. Yo moriré sola en el intento, pero insisto en dejar de lamernos las heridas y darle con todo a la construcción de nuevos paradigmas. Y en España también se puede. Y también puede que no cambie nunca.

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